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  02/06/2023

SEÑOR DENTISTA

Escrit per Olalla de Luís, usuària del Club Social El Cercle de Girona

A Juan le dolía mucho la cabeza de tanto pensar y pensar. Sólo miraba el gran reloj de la pared, que era de color rosa.
El silencio era patente en la sala de espera. La decoración era muy distinta de las demás.
Los cuadros eran tan agradables…Todos eran pinturas al óleo, pero esta clase de pinturas ya eran el colmo de lo “retorcido”.
Había cuadros diferentes, como los de unos lindos y blancos dientes, otros trataban de unas grandes caries en dos muelas distintas, también había cuadros abstractos sobre colmillos, y hasta dos pares de lenguas. Todo en sí parecía estar hecho por un
desquiciado y demente artista.
Pero… ¿quién sería el autor de estas paranoicas obras de arte?
Aquello parecía más un museo, más que la sala de espera de un dentista.
Juan se había encargado de traer refuerzos por si acaso pasara algo inesperado o peligroso. Virginia y Noelia, dos amigas de Juan, que eran bastante valientes.
Todos los allí presentes estaban bastante nerviosos. Todos menos las dos amigas que acompañaban a Juan. Una de ellas tenía la dentadura impecable, no como otro que, por culpa de haber insistido en romper un hueso de aceituna, bueno, eso fue un accidente, ya que creía que la aceituna era sin hueso.
Juan casi se destroza la mandíbula y también las doloridas muelas, podría decirse que tenía la dentadura de un tiburón.
Un absurdo y estúpido accidente.
El dentista estaba ya preparado y listo para actuar, la enfermera avisó al pobre Juan.
Juan era muy aprensivo a este tipo de cosas y caminaba como si se hubiera bebido cuatro vodkas y cinco whiskies. O, mejor dicho, estaba totalmente borracho (o eso era lo que aparentaba), muy peliculero y muy bocazas.
La enfermera le agarró con fuerza y le ayudó a sentarse, cosa que el señor dentista no movió ni un dedo; se limitaba a observar con aires de fastidio hacia el pobre Juan.
Doctor Jaime, así se llamaba su querido dentista que Juan, al verlo, le pareció un “esperpento”.
Dicho esto, a Juan le extrañó que no llevara ninguna bata blanca, ni protección en la cabeza, ni siquiera llevaba guantes ni mascarilla, como llevaban todos los médicos y, como no, también los dentistas.

A Juan se le cayeron unas cuantas gotas por la frente, no sabía si resignarse o bien salir corriendo de la consulta.
El sufrimiento iba aumentando cada vez más. Juan estaba muy nervioso y notó que al dentista le pasaba lo mismo. Estaba temblando y notó que al dentista le pasaba lo mismo. Estaba temblando y para colmo me fijé en su grasienta cara.
Era bizco. Y al acercarme pude ver que tenía ya un principio de cataratas.
Y después de explorarlo, por fin llegó el momento en que Juan se tumbó en la divertida
camilla, para la intervención.
El señor dentista bajó de golpe, la anticuada camilla. Pero la bajó de golpe, bruscamente, casi a la altura del suelo. (Y Juan pensaba….)
Dios mío. Este hombre me matará.
En esos momentos en el que la enfermera le daba los diferentes utensilios, Juan vio con sus propios ojos que al señor dentista le temblaba el pulso.
Y, para finalizar, aquel matasanos, salido de una película de casqueria era…
¡¡La Anestesia!!! ¡¡Se le había olvidado!!!
¡¡¡Maldito dentista!!! ¡¡Psicópata, asesino!!!
Quería chillar pero no salía ningún sonido de mi pequeña boca. Se sentía impotente y cabreado a la vez. Ya había metido sus sucias manos en mi boca y se fijó en que tenía las uñas más largas que había visto a un médico, en toda mi vida. La tortura, duró unos tres cuartos de hora.
Juan no sabía que podía haber soportado tanto tiempo a manos de ese desgraciado.
Las siguientes eran sus mejores amigas. Virginia y Noelia.
La siguiente. Noelia. (Ella no parecía tan angustiada). Se la veía más o menos contenta, dentro de lo que cabe.
Esta vez el Señor Dentista, sí se había acordado de la Anestesia.
Por eso no se enteró de la faena que le había hecho.
Noelia notó una leve molestia y vio al dentista como se reía con la cabeza, agachada.
La pobre Noelia, al acabar, se miró al espejo y horrorizada, salió de la consulta despavorida.
Esa cosa le había destrozado la boca, se la había cosido y ya no podía ni gritar, y con su bonita cara, manchada con un hilo de sangre. Su boca se había convertido en una línea recta cosida a puntos.

Cómo se reía el doctor…era escalofriante. Hasta daba miedo oír sus tétricas y repelentes carcajadas.
Pero ¿qué es lo que estaba pensando en aquel momento? Y.. ¿quién era en realidad aquel hombre…?
¿Se habría escapado de algún psiquiátrico?
Los tres amigos tardaron un largo tiempo en ir al dentista.

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